El color, ese fenómeno producido por los rayos luminosos que impacta en los órganos visuales del ser humano, es interpretado por el cerebro de cada persona de acuerdo a la longitud que tengan las ondas electromagnéticas reflejadas por cada cuerpo iluminado.
Si bien desde pequeño uno aprende a asociar este término con palabras como rojo, azul, verde y amarillo, el mencionado vocablo posee múltiples acepciones. Si se investiga un poco el universo cromático es posible establecer, por ejemplo, que existen colores análogos (aquellos que anteceden o aparecen después de cada color del círculo cromático), colores complementarios (tonos del espectro visible que quedan equidistantes respecto a otros) y hasta colores verdaderos (segmento vinculado a la informática referido a gráficos que se almacenan en la memoria de un ordenador a través de píxeles representados por bytes).
También existen los llamados colores primarios (los que no pueden ser generados por combinaciones cromáticas), los secundarios (grupo formado por colores que surgen de la combinación a partes iguales de dos primarios) y los terciarios (conjunto compuesto por tonos conseguidos por la mezcla de un primario y un secundario).
Al sumergirse en el mundo de los colores numerosos términos y definiciones de apariencia compleja se suceden para explicar cada tipo de color, pero estas clasificaciones sólo existen para intentar ordenar y darle un marco teórico a cada tonalidad que, a diario, aparece frente a los ojos de uno y lo ayuda a manifestar, por ejemplo, un estado de ánimo desde la vestimenta o emociones por medio de un cuadro artístico.