La iluminación (concepto que deriva del latín illuminatĭo) se asocia en líneas generales a la acción y al efecto de iluminar (alumbrar, dar luz o bañar de resplandor por medio de distintos dispositivos o lámparas), pero la noción posee otros significados que le permiten tener importancia y aplicaciones en distintos contextos.
Al analizar el vocablo en profundidad e investigar un poco qué usos se le da en idioma español, es posible determinar que la iluminación puede segmentarse en múltiples categorías. Así, pues, se pueden citar como tipos de iluminación a la iluminación física (de la cual existen varios estilos); a la que se utiliza con fines artísticos y da lugar a técnicas de iluminación en pintura, en manuscritos, en fotografía, cine y teatro con fines estéticos; a la que se asocia a la Ilustración (el movimiento intelectual del siglo XVIII que se evoca en castellano como Siglo de las Luces) y a la que gira en torno a una creencia religiosa o espiritual.
Más allá de la clasificación detallada en el párrafo anterior, hay que tener en cuenta que se puede categorizar a la iluminación a partir de los orígenes o particularidades de la luz. Así, entonces, pueden adquirir relevancia expresiones como iluminación natural, iluminación artificial, iluminación lateral, iluminación suave o tenue, iluminación interior o exterior, iluminación automotriz, retroiluminación e iluminación de estado sólido, entre otras.
Tampoco se puede dejar de lado su utilización en mensajes que apuntan al conocimiento intuitivo de algo, tal como se desprende de frases como “Hoy estoy iluminado: resolví el problema sin ayuda” o “Rafael es un iluminado: sabe cómo actuar de forma precisa para solucionar los inconvenientes de quienes confían en su sabiduría”.