Todos, en algún momento de nuestra vida, hemos tenido fiebre. Y en esas circunstancias, el médico, un familiar o nosotros mismos hemos medido la temperatura de nuestro cuerpo con un termómetro clínico.
El termómetro, según la definición teórica, es un pequeño dispositivo por lo general confeccionado en vidrio que atesora en su interior una pieza de mercurio que, por acción de la temperatura, se dilata y alcanza niveles que se miden a través de una escala incluida en el instrumento. Se trata, pues, de un material que podemos tener en nuestro propio hogar, aunque también está presente en los consultorios médicos, centros de salud y laboratorios científicos.
Como los termómetros no tienen una única finalidad ni se destinan sólo a la medición de la temperatura corporal, resulta interesante mencionar las distintas clases de termómetros que se pueden hallar hoy en día en distintos lugares.
En este sentido, se puede añadir al ya citado termómetro de mercurio a los termómetros de gas, a los termómetros de láminas bimetálicas y a los termómetros de bulbo húmedo, aunque también existen termómetros de resistencia eléctrica, pirómetros (piezas especialmente fabricadas para medir temperaturas elevadas), termómetros de globo (destinados a la medición de la temperatura radiante), entre otras variedades.
Cabe destacar además que hay otros dispositivos que se emplean en diversas áreas y en diferentes contextos para tomar una determinada temperatura, entre los cuales aparecen los termómetros de mínima y de máxima, los termómetros diferenciales (aquellos que permiten advertir pequeñas variaciones de temperatura) y el termómetro de alcohol (el más primitivo, destinado a la medición térmica de los ambientes).