El término ‘percepción’, según reconoce la Real Academia Española (RAE), halla su origen en el vocablo en latín perceptĭo y se define, en líneas generales, como el acto y la consecuencia de percibir.
De acuerdo a la teoría, se trata de un concepto relacionado a los sentidos y al conocimiento, ya que la percepción es una sensación que el ser humano experimenta a nivel interior y que descubre a partir de un estímulo externo.
Como se trata de una noción de amplio alcance que puede nacer por muchas razones y tener diversas particularidades, es habitual clasificar a la percepción en función del origen, las características y el contexto en el cual se produzca.
Hay, por ejemplo, percepciones extrasensoriales (aquellas que se catalogan de fenómeno por no tener de raíz a los sentidos tradicionales); percepciones visuales (basadas en la interpretación cerebral de estímulos para la vista donde entran en juego los saberes previos y la realidad emocional del sujeto); percepciones espaciales (las cuales guardan relación con el espacio que reconoce alguien tras tomar dimensión de distancias, lugares, etc. que lo circundan); percepciones olfativas (percibidas a través del olfato) y percepciones táctiles (donde adquiere relevancia la piel, es decir, el sentido del tacto), por citar algunas.
Como complemento del listado anterior mencionaremos antes de finalizar el artículo otras clases de percepciones, como las de carácter auditivo, las percepciones térmicas, la percepción del dolor, la percepción de raíz gustativa, la percepción de las formas y la percepción del tiempo, aunque existen aún más posibilidades en materia de percepción.