Los instrumentos ópticos y el ojo humano pueden llegar a tener en común al lente, una pieza transparente que en el primer caso se emplea para formar imágenes desviando la trayectoria de los rayos luminosos y en el segundo, para corregir problemas de visión o mejorar la agudeza visual.

El lente de contacto, por ejemplo, es un objeto de tamaño pequeño generalmente desarrollado en vidrio o en plástico que se coloca sobre la córnea con el propósito de remediar los defectos de refracción en cada ojo. Quienes poseen presbicia, más allá de tener en cuenta la opción de los lentes de contacto, suelen utilizar gafas correctoras con lentes progresivas.

Los microscopios electrónicos, en tanto, se valen de lentes magnéticos, mientras que al recordar las particularidades del primer telescopio astronómico no podemos dejar de señalar que, en ese caso, se usó como ocular una lente divergente y, como objetivo, una lente convergente.

Dentro del grupo de las lentes convergentes (piezas gruesas en el centro pero estrechas en el borde) aparecen las opciones de lentes biconvexas, cóncavo-convexas y planoconvexas, así como las lentes divergentes (estrechas en el centro y con bordes gruesos) se pueden segmentar como bicóncavas, convexo-cóncavas y planocóncavas.

Al profundizar nuestros conocimientos sobre este tema también es interesante descubrir cómo son las lentes acromáticas (elaboradas para ponerle un límite a los efectos de la aberración esférica y cromática), cuáles son los rasgos distintivos de las lentes apocromáticas (lentes con mayor capacidad que las acromáticas para corregir la aberración cromática y esférica) y qué cualidades posee la denominada lente superacromática (con condiciones para eliminar prácticamente por completo la aberración cromática).