En numerosas ocasiones se apela al concepto de dosis para hacer alusión a una porción, medida o cantidad de una determinada cosa. Los médicos, por ejemplo, recomiendan distintas dosis de medicación según la patología de cada paciente, mientras que los padres que tienen niños pequeños deben tener una buena dosis de paciencia para educar y controlar a sus descendientes.
Con estos ejemplos como disparadores, en los párrafos siguientes vamos a describir cómo se clasifica esta noción en función de sus aplicaciones prácticas.
Los expertos en Radiología, por citar un caso puntual, analizan el nivel de radiación que recibe un ser vivo a partir de tres categorías: dosis efectiva (que, a su vez, puede ser segmentada para su estudio en dosis efectiva colectiva y dosis efectiva comprometida), dosis equivalente y dosis absorbida.
En Toxicología, es común que se haga referencia a la dosis semiletal o dosis letal para indicar el nivel de toxicidad que puede llegar a tener una radiación o sustancia.
Hay productos, por otra parte, que se consumen en una única administración por vez en un recipiente que no se reutiliza. Ahí aparece, por ejemplo, la idea de monodosis o dosis unitaria, que puede aplicarse a un medicamento o a bebidas que alguien disfruta en un vaso descartable, como suele ocurrir con el café.
Los nutricionistas, asimismo, acostumbran aprovechar la expresión “Dosis diaria recomendada” para marcarle a los pacientes cuál es la cantidad mínima que, para conservar un estado saludable, se debe consumir de ciertos alimentos para garantizar la incorporación de minerales y vitaminas esenciales para el buen funcionamiento del cuerpo.