En el plano del glamour y la sofisticación, los brillos ocupan un rol central. Y, en este marco, adquieren gran relevancia los diamantes, una piedra preciosa que permite desarrollar joyas costosas y vistosas.
Hay muchas clases de diamantes, cada una con sus propias particularidades. Es posible hallar diamantes brillantes (con labor completa en sus caras), diamantes en bruto (aquellos que no han sido labrados aún, y a nivel coloquial se utiliza también esta expresión para aludir a alguien con mucho potencial que puede sorprender con su talento innato si se lo educa o se le da espacio para su desarrollo), diamantes rebolludos (tal como se conoce a los diamantes en bruto que poseen formato redondeado), diamantes tabla (aquellos que se labran con una superficie plana en su cara superior y con dos pares de biseles en los costados) y diamantes rosa (aquellos que quedan planos por el envés y tienen labrada la cara de arriba), por citar algunos.
Es interesante tener presente además que este concepto posee otras acepciones y se aprovecha en expresiones que describen a diferentes cuestiones. La punta de diamante, por ejemplo, es un diminuto diamante que se añade a una pieza de acero y permite realizar cortes sobre vidrio y lograr grabados en superficies de gran dureza.
Los matrimonios, por su parte, celebran sus bodas de diamante al cumplir su sexagésimo aniversario de casados, mientras que los expertos en juegos de naipes reconocen al diamante como uno de los palos que componen a la baraja francesa. En territorio argentino, asimismo, se conoce con el nombre de Diamante a un río localizado en la provincia de Mendoza.