Dos son las definiciones que la Real Academia Española (RAE) reconoce de modo oficial para el concepto de daga. Por un lado, la define como un arma blanca similar a un cuchillo (con menos extensión que una espada pero más alargada respecto a los puñales) que se caracteriza por tener una hoja corta; por otro, como cada hilera o tonga de ladrillos dispuestos en forma horizontal para cocerlos en un horno.

Si viajamos en el tiempo para repasar las variedades de dagas existentes y sus usos, descubriremos por ejemplo que, en tiempos de la baja Edad Media, en suelo europeo era común el empleo de una daga rígida conocida con el nombre de rodela o daga rondel. Este instrumento no sólo se aprovechaba con fines de defensa o ataque en el marco de una batalla sino también en torneos de justas. Las dagas vizcaínas cinceladas fueron utilizadas por los españoles, así como en el Neolítico se construyeron dagas rústicas con materiales como el hueso y el marfil. Con los años aparecieron las dagas metálicas, las dagas de bronce, las dagas con hojas de hierro fundido y mangos cubiertos por oro, etc.

Más allá de estas dagas antiguas, hay que tener en cuenta que hay quienes, hoy en día, elaboran dagas artesanales. Es un elemento muy presente entre quienes practican esgrima.

Distinto es el caso de las Dagas de los Túmulos, tal como se conoce a unas especie de espadas que se utilizan como armas dentro del universo de ficción creado por el escritor británico J.R.R. Tolkien.