Tal vez muchos de nosotros no seamos especialistas en Anatomía pero, aún así, sabemos qué y cómo es un cráneo. Esta estructura ósea ubicada en la zona de la cabeza que nos brinda protección para el encéfalo está compuesta en los seres humanos por cuatro pares de huesos articulados entre sí.

Los seres diápsidos (como los dinosaurios, las serpientes, los cocodrilos, los lagartos, etc), señalan los expertos, pueden llegar a presentar un cráneo cinético, cuyas particularidades incluyen la falta del hueso dérmico ventral y una abertura temporal inferior. Ya extintos están los saurópsidos que poseían cráneos anápsidos, un rasgo plesiomórfico que daba cuenta del taxón parafilético.

Se habla de cráneo bífido, en tanto, cuando nace un bebé con una anomalía congénita poco habitual manifestada con una protuberancia en la región de la cabeza y surgida a raíz de un cierre dificultoso del tubo neural durante el desarrollo del embrión.

La denominación de cráneos de cristal, por otra parte, alude a unas obras talladas en cuarzo o cristal de roca que, de acuerdo a la versión de quienes los descubrieron, son piezas precolombinas mesoamericanas, a pesar de que los científicos no pudieron respaldar esta teoría.

Distinto es el caso del llamado cráneo de Dali, un fósil bien conservado que se descubrió en territorio chino en 1978 y corresponde a un hombre joven. La pieza, con excepción de la mandíbula, está en buenas condiciones de conservación. Es interesante resaltar también que, en 1976, se había localizado en Etiopía un fósil correspondiente a un homínido que se bautizó como Cráneo de Bodo.