El concepto de sarcoma, una palabra que los expertos en Medicina utilizan para hacer referencia a un tumor maligno, tiene su origen en sarcōma, término que a su vez deriva de un vocablo griego que hace referencia a un “incremento de carne”.

Estas neoplasias, señalan los profesionales, surgen de estructuras mesenquimales y se desarrollan en tejidos blandos o diferentes huesos. A consideración de la Organización Mundial de la Salud, existen más de 150 variantes de este cuadro y múltiples subvariedades que, de detectarse a tiempo y ser combatidas con el tratamiento adecuado, ofrece grandes posibilidades de curación.

Entre las clases más comunes de sarcomas se pueden mencionar a los fibrosarcomas, a los rabdomiosarcomas (la clase de sarcoma que más aparece en niños, quienes a menudo presentan tumores en la zona del cuello, la cabeza, los genitales, las piernas y los brazos), a los angiosarcomas, a los liposarcomas (la patología más frecuente entre los sarcomas de tejidos blandos) y a los sarcomas sinoviales.

Los condrosarcomas, por su parte, involucran a las células de los cartílagos, mientras que el fibrosarcoma surge cuando se compromete la parte fibrosa de la estructura ósea. Asimismo, hay quienes han padecido osteosarcomas, leiomiosarcomas (generalmente, se manifiesta en el estómago, el abdomen, el útero y en el intestino delgado), linfangiosarcomas (nacido en las células que conforman las paredes de los vasos linfáticos, uno de los tipos de tumores más graves y difíciles de erradicar) y la modalidad conocida como Sarcoma de Kaposi, una enfermedad que debe su nombre a quien descubrió este mal, el dermatólogo de origen húngaro Morits Kaposi.