En cualquier momento de la vida podemos despertarnos en medio de la noche asustados y/o agitados por haber tenido una pesadilla. No siempre recordamos con detalles el contenido de esta clase de ensueños pero sí conservamos la angustia o el terror que sentimos mientras dormíamos.

Las pesadillas pueden generarse por cuestiones fisiológicas (por padecer un fuerte cuadro de estrés, por ejemplo) o bien por causas físicas (por descansar en una posición o lugar poco adecuados, por señalar una posibilidad). Estar preocupados en exceso por algún tema en particular, la exposición a situaciones dramáticas o de extrema tensión y la ingesta de ciertos medicamentos son parte de las realidades que pueden derivar en un ensueño espeluznante en el cual, según cada caso, puede haber persecuciones, muertes, amenazas, explosiones, tragedias, necesidad de huir de algo o alguien, etc. También hay gente que tiene pesadillas premonitorias y no pueden evitar horrorizarse cuando comprueban que aquello que soñaron, lamentablemente se hizo realidad.

De sufrir pesadillas de manera frecuente y padecer insomnio a raíz de ello, es conveniente consultar a un profesional de la salud para poder resolver el panorama cuanto antes y recobrar el bienestar a partir de un mejor descanso.

Cabe destacar que, en función de la edad de quien las experimenta, es posible diferenciar entre pesadillas infantiles, pesadillas juveniles, pesadillas en adultos y pesadillas en adultos mayores. En cada etapa, las razones y características de esos sueños que provocan miedo varían, por eso es importante asesorarse al respecto y tratar de encontrarles una solución.