La lechuga es una de las plantas que mucha gente elige cultivar y tener en cuenta a la hora de alimentarse y/o decorar un plato. Por lo general, estas hojas se consumen crudas, aunque hay ocasiones en las cuales se cocina el producto antes de ingerirlo: en todos los casos, por razones de seguridad, es necesario lavar bien las hojas. Esta saludable fuente de vitaminas constituye un ingrediente fundamental en las ensaladas, pero también se aprovecha en sándwiches y en comidas típicas de diferentes rincones del mundo.

Para alternar sabores, texturas y colores, se pueden combinar numerosas variedades de lechuga, cada una con características propias. Es posible conseguir hojas de lechuga romana (también conocida como escarola y presente en la ensalada César, por ejemplo), de lechuga china (también conocida como apio), de lechuga iceberg (de apariencia redonda y destinada a sándwiches, tacos, etc), de lechuga beluga (apta para ser cultivada en tanques hidropónicos), de lechuga francesa (de sabor intenso y textura mantecosa) y de lechuga batavia (cuyas hojas, rizadas y ligeramente dulces, pueden asarse o ingerirse en crudo). La lechuga hoja de roble (con hojas onduladas que varían entre el color verde y el marrón, recomendable para combinar con vinagretas suaves) es otra de las alternativas a tener en cuenta.

Por otra parte, más allá de la variedad elegida para sembrar o comer, es interesante recordar que todos podemos beneficiarnos con la lechuga orgánica, cultivada de manera ecológica sin dañar la naturaleza ni haciendo uso de químicos que afectan a la planta e influyen en la calidad del producto final.